Hasta hace poco, cuando planificábamos un curso online, debatíamos si guiarnos en su diseño por la pedagogía —o paradigma de aprendizaje— conductista o constructivista.
La primera tiene su justificación si el objetivo del aprendizaje se puede definir con claridad y en términos de cambio esperado de comportamiento. Si quiero aprender a mecanografiar, no me queda otra que practicar yo solita hasta conseguir un cambio en mi conducta, medible en pulsaciones por minuto. El conductismo, o behaviourism en inglés, aplicado al aprendizaje es el vasto e importante terreno del saber hacer. En el e-learning se caracteriza por cursos con estructura y contenidos definidos y cerrados, colgados en plataformas también cerradas de gestión del aprendizaje, que el estudiante «recibe» de modo bastante pasivo.
Sabemos que lo que mejor funciona para aprender es la experiencia. Es así porque ahí, la práctica de la conducta se mezcla con la interacción. Esta última es el foco del paradigma constructivista, que reconoce que el aprendizaje no ocurre únicamente en el cerebro de las personas sino es influido por el contexto y la interacción social. El mismo contenido puede servir para aprender cosas diferentes en función del contexto en que ocurre el aprendizaje. Siguiendo con el símil que empezamos con el saber hacer, creo que es el terreno del saber estar. En el e-learning, la herramienta más conocida basada específicamente en este paradigma, es la plataforma Moodle que incorpora espacios de interacción al gestor de aprendizaje — pero que sigue siendo básicamente un lugar cerrado al mundo exterior. Además, y en línea con los valores del constructivismo, es software libre.
Desde hace poco, algunosestudiosos del aprendizaje vienen hablando de una tercera generación de pedagogía en la formación online: el conectivismo, que entiende el aprendizaje como «el proceso de construir redes de información, personas y recursos, alrededor de problemas reales». Reconoce que el aprendizaje es ubicuo. Esto no es nada nuevo: el aprendizaje siempre estuvo en todas partes, por el hecho de que nos resulta imposible no aprender con cada cosa que hacemos y cada conversación que mantenemos, simplemente porque somos, nuestro cerebro es, así.
Lo que es nuevo es que, con el uso masivo de la Red, el aprendizaje no sólo sucede en todas partes sino, además, es visible. Y si son pedagogos los que miran este panorama, lo esperable es que nazca una nueva pedagogía. Lo curioso es que, si el paso del conductismo al constructivismo —posibilitado por la web, «social» desde sus inicios y no sólo desde que se le llama 2.0— ya era una reducción del protagonismo del profesor, transformándolo de figura autoritaria en guía, el paso al conectivismo le deja prácticamente un solo rol principal: ser un ejemplo. Esto es una buena noticia. Con el conectivismo unimos al terreno del saber hacer y al del saber estar, el terreno que sencillamente llamaremos saber y que, en la economía del conocimiento, se está convirtiendo, de modo imparable, en el aire que respiramos.
En el e-learning, el recién nacido conectivismo está enseñando sus patitas en los cursos online masivos y abiertos cuyas siglas en inglés son MOOC que ofrecen tanto universidades como empresas específicamente creadas para esto. Desde hace 4 semanas, participo en uno. Lo más característico es que, por primera vez, el aprendizaje no se «gestiona» en una plataforma cerrada sino «sucede» en una variedad de lugares y contextos. El blog propio y abierto está emergiendo como una de sus herramientas principales, debido al alto grado de autonomía que permite para la persona que aprende, explora, crea y conecta. De hecho, la experiencia de los primeros cursos ha mostrado que, si se aplica a entornos educativos tradicionales, con estudiantes acostumbrados a ser guiados, con actitud más pasiva que activa, el enfoque conectivista acaba dependiendo fuertemente de unos pocos focos de la Red, ocupados por líderes carismáticos. Una estructura que acaba siendo infiel al conectivismo.
La aparición en ámbitos académicos del enfoque conectivista del aprendizaje me parece un paso hacia más autonomía, y con ella más responsabilidad, de la persona por las cosas que le competen en la era de las redes. Un marco en el que cabe tanto la práctica de conductas nuevas como la interacción con pares, la construcción del saber hacer, del saber estar y del saber, pero esta vez con la persona como propietario de su proceso de aprendizaje. Un marco, presente en la Red desde siempre y ahora un poco más mainstream con el conectivismo, apropiado para aprender a moverse a base de mapas que están por dibujar.